domingo, 23 de octubre de 2011

Sariel.

Si caminas un poquito más por el desierto te darás cuenta de que no has sido abandonado sin razón. ¿Alguna vez te detuviste a pensar en las vidad que tocaste?, ¿la gente que amaste?, pero más importante ¿la gente que te amó?. No, supongo que no. Por eso estás aquí.
Yo soy el ave que va a vigilar que no te mueras en el camino. Tras esta fría fachada de cuervo esta quién realmente soy. El más abandonado de tus amores, de quien malinterpretaste todas las intenciones buenas. Soy un cuervo negro de alas lustrosas, por eso te dejaste fácilmente engañar.
El clima es bastante frío para ser el desierto, pero sólo llevarás puesta aquella bufanda rota que siempre usas y esa camisa blanca y larga que yo te regalé. Para que me recuerdes, para que nos recuerdes a mi y al ave blanca que algún día aparecerá, mientras yo vigilo tus pasos desde la distancia... el vendrá y te tomará, te resguardará en sus alas y de nuevo pareceré yo el que te ha dejado solo. Siempre es así. Pero es que no me puedo acercar a ti.
Ahora te arrodillas, yo te veo desde la montaña blanca que haz dejado a tus espaldas, te miro como si fueras inferior, no es a propósito, pero la montaña es muy alta. El otro lado de mi persona pensaría que es lo que te mereces, pero yo no soy así.
Si lo sigues haciendo bien iré y te llevaré agua, pero estás tan asustado de mi.
Sin embargo, si pereces, soy yo quién se encargará de comerse tu cadáver.

Prefiero eso mil veces a que venga el ave blanca por ti.

Y entonces te despiertas dentro de unas gigantescas alas blancas... pero en cuanto te duermas volverás.